Entre filtros y sorbos: mi camino al V60

Como todo principiante, empecé en el mundo del café con la prensa francesa. Pero esa será una historia para otro día. Después de varios intentos, decidí pasar al universo de los filtros. Y ahí fue cuando descubrí lo fascinante (y a veces abrumador) que puede ser el mundo del café: cientos de métodos, recetas y teorías sobre cómo preparar “la taza perfecta”.

En mi caso, como programador, paso largas horas frente a la pantalla. Por eso, tener una taza de café cerca se convierte en un pequeño ritual que me acompaña mientras el tiempo se estira entre líneas de código. El único problema es que, al cabo de un tiempo, el café se enfría. Y aunque hay cierto encanto en el café frío, lo que yo buscaba era prolongar la experiencia del café caliente.

En una de esas búsquedas terminé encontrando un pequeño tesoro: un mug de acero aislado de la marca Contigo. Se convirtió en mi compañero inesperado. Mantiene el café caliente durante horas (y como bonus, también conserva el frío). Lo compré casi por curiosidad, y hoy no me arrepiento. De hecho, terminé adquiriendo varios, en distintos colores.

Cuando empecé a usar el V60 pensé que sería sencillo: café molido, agua caliente y listo. Pero pronto descubrí que no era tan simple. Este sistema de filtrado tiene varias etapas, y una de las más importantes es la preinfusión o bloom, donde el café “respira” y libera gases antes de comenzar la extracción. Dependiendo de cómo se realice, el resultado puede variar de manera notable. A partir de ahí, cada variable entra en juego: el grosor del molido, la temperatura del agua, los tiempos de vertido. Esa es precisamente la razón por la que existen tantos métodos diferentes dentro del mismo V60. Cada preparación es un pequeño experimento, donde lo interesante no es tanto seguir reglas estrictas, sino descubrir qué matices aparecen en cada taza.

Después de probar distintos enfoques, terminé adaptándome al método de James Hoffmann. Un estilo directo, con menos vertidos, que me da la claridad y el balance que busco. En otras palabras, encontré un punto medio: un café que me acompaña en mis jornadas largas, que no me exige perfección, pero sí me regala constancia y sabor.

Quizás lo más valioso que me ha enseñado este recorrido no es tanto la técnica en sí, sino el entender que el café, al igual que muchas cosas en la vida, no se trata de seguir una receta exacta, sino de encontrar aquello que se ajusta a uno mismo. Y en ese proceso descubrí algo más: preparar café con el V60 también es una forma de meditación. El ritmo del agua, el tiempo de espera y la atención en cada detalle me invitan a estar presente, a tomarme un respiro y a disfrutar el momento.

Y tú, tienes algún ritual con el café que se haya convertido en tu propia forma de meditar? Me encantaría leerte en los comentarios.

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