El regalo escondido de las 4 am

Hay algo especial en el silencio de las 4 de la mañana. Mientras la ciudad duerme, yo ya me encuentro despierto. No digo que sea una tarea fácil escuchar la alarma en el celular y querer estrellarlo contra la pared pidiendo sólo cinco minutos más, pero con el tiempo se ha convertido en un hábito que me ha cambiado la vida.

Al principio era un reto enorme: el cuerpo pedía seguir en la cama y la mente buscaba excusas. Pero poco a poco entendí que en mi caso esas horas previas al amanecer son un regalo. Me permiten empezar el día sin prisa, con calma, y dedicar un espacio solo para mí antes de que el mundo empiece a demandar atención.

Para mi sorpresa, a esa hora solo unas pocas almas y eso que no todos los días, al igual que yo, decide bajar al gimnasio de la unidad a hacer ejercicio, por lo que puedo posponer por un rato el uso de los audífonos y disfrutar del momento. Lo mejor de todo es que en ese tiempo puedo escuchar audilibros, preparar un café en silencio, escribir, o simplemente organizar mis ideas. No siempre hago lo mismo, pero siempre me siento dueño de mi día. Es como si ganar la batalla contra la cama me recordara que también puedo ganar otras batallas durante la jornada.

Sin embargo, levantarse temprano implica ser consciente de otro problema previo, y se trata de lograr tener una buena noche de sueño, pero eso será un tema del que hablaré después.

Para mí, levantarme a las 4 am no es un sacrificio, es una declaración: quiero vivir con intención. No necesito grandes cambios ni fórmulas mágicas, solo un hábito pequeño que, repetido cada día, se convierte en un pilar de mi crecimiento personal.

Y cuál es tu caso… ¿A qué hora te gusta empezar tu día? ¿Eres de los que disfrutan madrugar o prefieres la calma de la noche?

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